La culpa en la educación de nuestros hijos.

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Ya hemos hablado acerca de repetir esquemas de educación y también he dado algunas recomendaciones sobre cómo romper con ellos. Ahora el tema que nos toca revisar es la culpa en la educación de nuestros hijos. Cuántas veces no los hemos oído preguntar ¿por qué cuando mi papá o mi mamá me dice algo, me hace sentir mal? Como si estuviera haciendo algo malo.

Antes de seguir me gustaría definir qué es la culpa; según el diccionario El Mundo: es la responsabilidad que recae sobre alguien por haber cometido un acto incorrecto, y que me gusta porque me lleva a preguntarme ¿qué es un acto incorrecto? ¿según quién? Obviamente en este proceso de responsabilizar a alguien, se repercute directamente en su sistema de valores y en el caso de los padres a nosotros nos toca implantar este sistema de valores y con ello las culpas en nuestros hijos.

 

La culpa tiene sus ventajas y desventajas, como todo sentimiento humano. Dentro de las ventajas más importantes está el que nos ayuda a favorecer cambios y a adaptarnos mejor a ciertas normas y contextos sociales. Pero ¿qué sucede cuando nuestro discurso está empeñado en generar culpa en nuestros hijos? la auto exigencia, la postergación de necesidades, y por tanto la autoestima devaluada son las desventajas de educar bajo un sistema de culpabilidad.

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El problema aparece al convertirse el mecanismo de la culpa en algo excesivamente frecuente. Cuando ocurre, produce la sensación constante de estar haciendo mal las cosas, de que siempre faltan muchas cosas por mejorar.

La culpa está conectada con la auto agresión, la pasividad, a diferentes bloqueos para seguir adelante, cuando se asume de manera equivocada se deja al los hijos en un estado de indefensión emocional a expensas de que algo y/o alguien externo los libere de esta y por tanto esa persona, ideología o creencia alcanza tal poder que impedirá ejercer la propia responsabilidad en sus actos.

 

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El sentimiento de culpa nos influye tanto porque tenemos miedo a ser abandonados y nos dificulta el responsabilizarnos de nuestra propia vida. Se teme al abandono pues la necesidad de ser amados y aceptados es una aspiración innata en todos nosotros, y cuando la culpa se interioriza contra nosotros mismos, dejamos de creer en nuestra valía personal y nos juzgamos no merecedores del amor.

 

Como consecuencia, intentamos ser como creemos que las otras personas quieren que seamos, y así evitar que nos abandonen. Pero sucede que nuestra verdadera forma de ser termina manifestándose, y el miedo al abandono se incrementa. Surge entonces, la agresividad hacia uno mismo a través del auto reproche y la crítica constante, con el propósito de librarse y ser capaz de ser dueño de la propia vida. Pero sólo se consigue interiorizar cada vez más la devaluación personal, y la liberación nunca llega, pues buscamos que alguien nos libere. Y no es posible, ya que es la culpa la que nos impide ser libres, no los que nos rodean.

 

Ahora bien, la culpa tiene aspectos muy positivos Es así cuando al percatarnos de haber cometido un error, y sentir malestar nos motivamos para poner medios para subsanarlo, pero sus aspectos negativos nos quedan grabados como para evitar movilizar nuestra energía para la satisfacción de nuestras necesidades.

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¿Cómo sabemos que la culpa amenaza a nuestros hijos?

 

Se manifiesta a través de diversos medios:

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¿Qué hacer para favorecer la desaparición de la culpa negativa?

Cuanto mayor acuerdo exista entre nuestro pensar y actuar, y cuanto más lejos se mantenga nuestro razonamiento de ser absolutos, rígidos y perfeccionistas, menos veces generaremos sentimientos de culpa. Pero sin duda, cuando somos incoherentes, el sentimiento de culpa aparece. En ese momento, en la medida en que paremos de tajo la descalificación y el castigo, nos liberaremos, y mantendremos la suficiente fluidez interna que nos llevará a la satisfacción de necesidades emocionales y a revalorar nuestra autoestima y obviamente la de nuestros hijos.

Ahora bien, si practicando lo anterior no estamos exentos de que se nos encienda esa señal de la culpa con capacidad de ser dolosa. El problema no radica en sentirla, sino en cómo afrontamos su presencia.

Cuando se presenta la culpa, el reto es convertir ese sentimiento en:

  • Una señal, que sirve para cuestionarnos cómo hacemos lo que estamos haciendo. A veces es bueno que nos encontremos en entredicho: las revisiones personales posibilitan nuestro enriquecimiento.
  • Un momento de reflexión y análisis de por qué nos surge, sin entrar a desvalorizarnos ni a hundirnos en el desasosiego y el sufrimiento.
  • Un diálogo interior que nos lleve a designar y concretar cuál es la conducta por la que sentimos la culpa.
  • La búsqueda de soluciones, o en su defecto alternativas a cómo reparar el daño causado.
  • La petición de perdón a las personas afectadas por nuestra conducta.
  • Si el sentimiento de culpa nos afecta de tal forma que nos conduce a una situación emocional que nos impide un análisis claro, conviene acudir a un profesional para que pueda ayudarnos a encontrar las soluciones adecuadas.

    Espero que estas recomendaciones te sean de utilidad, de lo contrario acudir al consultorio siempre es una buena opción.

    En la Clínica de Atención Emocional te ofrecemos servicios profesionales para detectar las causas de los problemas de tus niños y adolescentes.

    Si notas que tus hijos, tus sobrinos o niños a quienes conoces, tienen comportamientos como los descritos, no dudes en pensar que necesitan ayuda.

    Como siempre me despido diciendo que si tienes una duda me escribas un correo a: almaisabelp40@hotmail.com

    Atentamente.

    Alma Isabel Pérez Salcedo

    Psicoterapeuta Sistémica; Psicóloga Clínica; Especialista Hipnosis y Gestalt en niños, adolescentes y adultos; Sexóloga Educadora


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