Fobia social

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Al hablar de fobia social pareciera imposible pensar que existen personas con problemas de esta clase, ya que se dice que el ser humano es social por naturaleza, sin embargo las fobias sociales son más frecuentes de lo que creemos.

Una fobia social es un tipo especial de miedo. Todos tenemos miedos a cosas como las serpientes, los perros rabiosos, las infecciones, los accidentes, las ratas, las arañas, etc., aunque este miedo se traduce en un comportamiento de simple cautela frente a las situaciones de peligro y además el miedo ayuda a estar alerta en la vida cotidiana en vez de interferir en ella.

Hablamos de fobias cuando la intensidad con la que experimentamos el miedo frente a los distintos peligros es:

  • Injustificado por la objetividad del peligro.
  • Inoportuno (no lo sentimos en el momento apropiado).
  • Desmesurado (sentimos más de lo que deberíamos).
  • Interfiere nuestra vida normal de forma innecesaria, y nos reduce nuestra capacidad laboral y/o social.
  • Aunque algunas fobias son muy conocidas, como el miedo irracional a tomar un elevador, a nadar, a las ratas y cucarachas, por mencionar algunas, en cambio en la fobia social el miedo se centra en situaciones más complejas y sorprendentes, y además altera totalmente nuestra vida ya que nos vemos obligados a vivir en sociedad.

    Todos solemos experimentar incertidumbre, ansiedad e inseguridad al conocer a personas nuevas, pero una vez roto el hielo, casi todos logramos convertir esos encuentros en una experiencia agradable.

     

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    En cambio las personas con fobia social experimentan un grado de ansiedad mucho más elevado en estas situaciones. Puede ser tanto el grado de ansiedad o vergüenza que se produzcan señales físicas delatadoras (sudor, temblor muscular y de voz, rubor, etc.) que nos hacen más vulnerables e inseguros y la situación social, y que en vez de convertirse en algo agradable se transforma en algo cada vez más desagradable, con lo que desanima al fóbico social a pasar esos malos tragos y utilizar subterfugios de evitación y control de estas penosas situaciones, llegando al punto de aislarse completamente

     

     

    El deseo que solemos tener todos de formar parte de los grupos sociales, ser valorados y apreciados se ve gravemente disminuido, con la consiguiente baja autoestima y complejo de inferioridad.

    Estos son algunos de los elementos más importantes de la fobia social:

  • Preocupación por llegar a ser el centro de atención cada vez que nos encontramos con alguien.
  • Temor a propósito de que alguien nos mire y observe lo que estamos haciendo.
  • Temor a que nos presenten.
  • Temor a propósito de comer o beber en público.
  • Dificultad para manejarse en comercios y relaciones administrativas.
  • Terror a dirigirse a un público o grupo de amigos.
  • Aversión a realizar llamadas telefónicas y realizar trámites.
  • Dificultad para confrontarse en el trabajo o hacer reclamaciones (incluso si se tiene la razón y el derecho de hacerlo).
  • Las fiestas y reuniones son una pesadilla y el comportamiento de la persona que tiene fobia social consiste, si se ve forzado a asistir, en ponerse cerca de la puerta o encargarse de discretas tareas que le permitan huir de la situación.
  • Tendencia a rehuir espacios cerrados donde hay gente.
  • Sensación de que todos nos miran y nos desvalorizan.
  • Temor a que nuestras intervenciones parezcan ridículas, pobres o inadecuadas.
  • Miedo a "quedarnos en blanco".
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    Algunas personas con fobia social tienden a beber alcohol para ganar así valor y desinhibición.

    El miedo no es un estado emocional inmóvil, como un estado de tristeza o alegría. Se alimenta de:

    Los estímulos temidos (estar en algún tipo de situación social que nos produce miedo).

    La anticipación (imaginar las situaciones que podrían suceder y sentir el miedo 'como si' estuvieran sucediendo los acontecimientos temidos).

    Los mecanismos de evitación (aunque sea una paradoja el alivio de subir por las escaleras aumenta el miedo a tomar el elevador el ascensor de una persona con fobia al elevador). Por lo tanto las conductas de 'precaución' como ponerse en un rincón, hablar poco, cruzar la acera, etc. hacen que sintamos más miedo la próxima vez.

    Los pensamientos autocríticos (del estilo "pareceré tonto/a", "debería hablar pero no se me ocurre nada". "estoy haciendo el ridículo", "parezco torpe", "me consideran inferior", etc.).

    La falta de práctica en expresión verbal (igual que la falta de ejercicio nos entumece) el expresarse poco, dificulta la facilidad y creatividad de comunicación.

    El circulo vicioso que producen las experiencias negativas: como lo hemos pasado mal una vez tememos que la siguiente será igual o peor, esta creencia hace de profecía que se autocumple y nos induce a estar más amedrentados e ansiosos la próxima vez, con lo que de nuevo alimentamos el temor para la siguiente ocasión.

    La costumbre de 'repasar' y 'rumiar' lo sucedido: el no haber sido capaces de actuar con la soltura de los demás (el fóbico puede fijarse en la persona más popular y maravillosa para compararse con ella) nos genera desasosiego y ácida incomodidad personal, recordando cada uno de los pequeños detalles de impotencia y comportamiento penoso con la precisión de un latigazo, y de pronto aparecen iluminadas como por un foco las palabras y las cosas que deberíamos haber dicho o hecho.

    La propaganda negativa que hacemos sobre la imagen de nuestro Yo. A base de vernos torpes, inseguros, empobrecidos, poco interesantes, etc., un número elevado de veces, entramos en el “grupo” de los 'no valgo nada', con lo que ya ni nos atrevemos a aspirar a las cosas sanas y bonitas que los demás nos parece que sí tienen derecho a tener (amor, admiración, amistad). Esto puede influir poderosamente en nuestras decisiones (aspiraciones laborales, proyectos, el tipo de pareja que nos parece adecuada, los derechos que creemos que nos merecemos, etc.).

    La angustia como aparición 'maldita'. Nos angustiamos por la posibilidad de sentir angustia (valga la expresión) y al percibir que nos estamos angustiando sólo por pensarlo sentimos que es una angustia incontrolable. La angustia se convierte por sí misma en el peor enemigo -más allá incluso de las situaciones que empezaron a provocar. Tenemos miedo de tener miedo, y que además ese miedo sea visible y nos delate como miedosos dignos de desprecio.

    Síntomas físicos.

    Los síntomas de la ansiedad que aparecen en la persona que tiene fobia social cuando se expone a lo temido pueden llegar a ser el símbolo de 'lo peor' que le sucede:

    Sequedad de boca (junto a la idea de que uno tartamudeará, toserá, no podrá hablar, etc.).

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    Palpitaciones (el corazón parece correr demasiado aprisa o irregularmente y eso producir desmayos, mareos, o algún tipo de colapso).

    Temblores de manos, pies o voz que pueden ser rápidamente observados y delatarnos como "inferiores" o "penosos" o "impresentables".

    Sudor (en las manos que luego puede que tengamos que presentar en un saludo; sudor corporal que traspasa la ropa y nos avergüenza haciéndonos aparecer como "indeseables" o "repugnantes").

    Rubor (angustia más sentimientos intensos de vergüenza).

    Falta de concentración (que nos haga olvidar datos que queríamos decir o desorganice el curso del pensamiento de modo que no sepamos de dónde veníamos o a donde queríamos llegar).

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    Como podrán darse cuenta estos síntomas pueden llegar a ser incapacitantes, y la persona que padece de fobia social requiere de tratamiento psico-emocional, de tal forma que si identificas que padeces al menos 4 de los síntomas anteriores, busca ayuda profesional.

    Espero que este artículo te sea de utilidad, piensa en acudir a consulta, siempre es una buena opción.

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    Alma Isabel Pérez Salcedo

    Psicoterapeuta Sistémica; Psicóloga Clínica; Especialista Gestalt en niños, adolescentes y adultos; Sexóloga Educadora

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